viernes, 20 de noviembre de 2009

Ficción

La única comida juntas que hacemos a diario es la cena. Y estoy tan cansada que la mayoría de las veces me quedo dormida recostada en el sofá. Ella no. Ella tiene una energía insultante Una de esas noches tras cenar, como casi siempre, mi interés se fue centrando en el brazo del sillón y en conseguir un trozo de manta. De pronto noté un pinchazo en la garganta y un leve roce en el esófago que acabó convirtiéndose en una extraña sensación de cosquilleo en mi interior. En el duermevela imaginé un pequeño artilugio de esos que tan a menudo aparecen en las series de animación de la sexta. Una nave microscópica se introducía en mi cuerpo y sin titubeo alguno se dirigía a toda velocidad por mi sistema circulatorio. Parecía que su trayectoria no presentaba dudas , tenía una dirección bien marcada y allá que iba.
Las convulsiones y gemidos debieron ser mucho porque me despertó una voz entre perpleja y horrorizada: ¡pero mamá! ¿qué haces?
Al abrir los ojos lo primero que vi fue una cara un tanto congestionada por el asombro; lo segundo, mi mano por debajo del pantalón.
Qué le voy a hacer si la micro-nave no encontró mejor lugar en mi cuerpo para hacer sus maniobras.

6 comentarios:

javcasta dijo...

Jajaja. El peligro del estado de duermevela es que estas desinhibid@, y claro los que estan al lado flipan ... :-)

chose dijo...

Bueno, me apetecía mostrar mi lado gamberro.

Hoy cumplí 2 semanas de blog.

Salud.

Dani dijo...

Felicidades por tu segunda semana de creatividad! Un saludo.

chose dijo...

Gracias Yandrak y a animarse, eh?

Anónimo dijo...

Me has hecho sonreir ;)
La falta de sueño es lo que tiene ;)

Un abrazo :)

chose dijo...

Es que la tecnología es la hostia!

Saludos mujer.