martes, 17 de mayo de 2011

Irreverencia

La playa estaba concurrida. El hueco que había encontrado no era tan malo. Se tumbó y empezó a divagar. La cara tapada con un sombrero. El cuerpo ofrecido sin concesiones al sol de las 4:30. De repente su pezón derecho se electriza. No sabe si es por la suave brisa, o porque pasa alguien demasiado cerca. Ahora el izquierdo. Dios, ¡qué tirantes.! Parecen los nudos de un globo superapretados. Ahora se suavizan. Pero al rato vuelve la danza. Como intermitentes sin palanca empieza uno, el otro, ahora los dos. Está flipando, parecen dirigidos por alguien ajeno a ella. Se deja llevar. Si pudiésemos ver su cara debajo del sombrero, reconoceríamos esa expresión, esa sonrisa, entre pícara y abandonada, que ponemos al pensar en algo excitante. Sonreía del placer de sentirse viva, de tener un cuerpo que respondiese a los estímulos correctamente, de poder estar esta tarde de lunes tumbada en la playa sin otro propósito en la vida que descansar un rato.

Él ya se fijó en ella cuando llegó. Tenía una pinta rara con ese pantalón y esas gafas multicolores. La seguía con la mirada de tanto en vez para no despertar sospechas en su novia. Las tías no comprenden que a los hombres les guste mirar, sin más. Observan los distintos preparativos y movimientos con incredulidad, gusto y una pizca de prepotencia. Acomodar la toalla. Quitarse la ropa y guardarla perfectamente doblada en la bolsa. Recogerse el pelo. Crema en la cara. Otra distinta para el cuerpo. Qué gozada ver a una tía echándose crema solar. Sentados en la toalla, habla con su chica. Cada vez que la mira, en el mismo ángulo de visión, un par de metros allá, se encuentra con el pezón irreverente. Se queda un poco parado pero logra seguir sin que se note lo que piensa. Coge una piedra en la mano para distraer la atención y sigue hablando. En un vistazo rápido comprueba que ya no está en punta, que se relajó. Cruza de nuevo la mirada con su chica y la visión vuelve a rematar en esa guinda pasa tan llamativa. Y ahora es él el que divaga. Empieza a pensar que es quien manda en los pezones de esa anónima mujer. Izquierdo. Relax. Los dos juntos. Relax y derecho. Empieza a establecer una coreografía y ya se ha quedado en blanco dos veces en la conversación. Siente la mirada inquisitoria de su novia. Menos mal que, lista como es ella, propone darse un baño.

Qué de gente hay hoy, En esta ciudad somos yonquis de sol. En cuanto vemos un día o tarde soleada allá vamos de cabeza a la playa. Así pasa que estamos un poco apretados. De hecho, esta tía se puso cerca de más. Tenía sitio de sobra a la derecha. Ya verás como le pillo echándole miraditas. Es alucinante lo primarios que son los hombres. Ven un par de tetas y flipan. Tendría que verse la cara de tonto que se le pone cada vez que se rocía con un vaporizador de agua. Sexy, la verdad. Pero tampoco es para tanto. Se le traban las palabras. Se despista. Haré la 13/14 y le llevaré a dar un baño, y en el agua, le meteré las tetas en la boca y no las sacaré hasta que mis pezones sean tan irreverentes como los de la compañera de playa.

sábado, 14 de mayo de 2011

Simple


Juguemos a descubrirnos, a sorprendernos,
para bien o para mal.
Juguemos.
A ver qué pasa.
Hagamos tonterías.
A lo mejor nos gusta.
O quizá nos desencante.
No sabemos mucho.
Y si no, no pasa nada.
Nos quedamos con las noches de música, besos y abrazos.
No creo que nos guardáramos rencor.
A estas alturas ya somos supervivientes.

viernes, 13 de mayo de 2011

Encanto

No sé cómo miras a las otras y no quiero saberlo.
Sé cómo se clavan tus ojos en mí
y me dicen que te encanto
justo antes de ir a buscar a otra
a la que mirarás, seguramente, encantado.
Nadie es perfecto, mon amour.
Habrá que compartir.


(He tenido que volver a publicar esta entrada porque increiblemente desapareció de mi blog, Lo siento por los tre comentarios que tenía y no pude recuperar)

sábado, 7 de mayo de 2011

Naufragio

Claro que fuimos náufragos.
Cada uno a su manera.
Tú sin querer moverte y yo sin poder parar.
Las botellas fueron reales.
Yo buscaba claridades tú las eludías.
Siempre es triste ver pasar un gran amor.
Sin vuelta.