jueves, 21 de enero de 2010

Ensalada de hormigas


Acabábamos de llegar de viaje, uno de tantos, y la despensa muy llena no estaba. Improvisé una ensalada con todo lo que pillé y me puse a pensar en cómo te lo diría: ¿directa? Si no... ¿qué palabras utilizaría?, ¿algún símil? Mientras yo pensaba estas cosas tú empezabas a removerte en la butaca. El cargar las maletas del coche a casa te otorgaba la calidad de exento de cualquier otra labor.
Desde hace tiempo, tardo más adrede, me encanta el ruido que hace la tela al rozar continuamente con tu pierna, en ese tic, histérico y pasajero, que te impone la ansiedad.
Tardo al poner la mesa, al calentar la comida, al retirarla, al fregar, al recoger, al poner y tender una lavadora, al asearme, al irme a acostar. Tardo con premeditación y alevosía, porque no te soporto y no puedo tener un rato ociosa, siempre trabajando, para que no me sobre tiempo y no pueda perderlo contigo. Para no verte, pero sobre todo para no mirarte.

Pero hoy se acabó la parsimonia, hoy me vuelvo a enchufar, voy del salón a la cocina como una moto, poniendo la mesa, recogiendo bolsas, ventilando y en ese ajetreo no logro distinguir el poso negro que se formó en la aceitera.

Ya en la mesa volvieron tus quejas: "qué ensalada tan rara", "mira que eres cabezota, hubiéramos ido donde Luigi y ya está", "pues a mí esto no me va a llegar a nada"... Yo callada, mastico con tranquilidad, despacio, me regodeo en ese sabor un tanto peculiar que, efectivamente, tiene la ensalada. A medida que voy vaciando el plato veo unos pequeños grumitos negros. Incrédula, con la punta del cuchillo empiezo a escarbarlos y ¡sorpresa! son hormigas, de esas pequeñitas, golosas las llamo yo, que en un segundo transforman en punto negro la más mínima miga de algo rico que encuentran. En nuestra ausencia, a falta de migas, decidieron colonizar el aceite.
Tú no te diste cuenta. Pero para mí fue la señal, el empujón que necesitaba para decirte todo lo que te dije luego.

Ahora vivo sola y lo primero que hice fue instalar un enorme terrario, lleno de hormigas, en el salón.

5 comentarios:

Yomisma77 dijo...

Merecido homenaje a las golosas hormigas que ayudaron a cambiar el curso de esa historia que la protagonista no sabía cómo terminar...
me gustó muuuucho el final ;)

Un abrazo enorme!! :)

chose dijo...

Alguien me preguntó qué parte de ficción o realidad tiene este relato.
Todo lo que escribo es una mezcla de experiencias propias y ajenas, percepciones e imaginación.

Un besazo, Pili.

javcasta dijo...

Si llega a ser pescado pasado el detonante ... pues un acuario o pecera en el salón

:-)

Saludos

Ana Martínez dijo...

Chose me alegro que te encanten los dibujos de ana, todo un placer tenerte como visitante.


(soy ordago13, que le ando tuneando el blog a la dibujante)

gracias

chose dijo...

Es un placer.
Gracias a vosotros.